Le miramos con resentimiento, como si fuera el culpable de nuestra miseria…
Le acusamos como el autor del sufrimiento y el creador del mal que nos acecha.
Le exigimos señales y milagros para calmar nuestra impaciencia…
Nos volvemos ateos y enemigos de todo lo que hable de El, a la vez le hacemos
responsable de su silencio dejando que los sabios decreten la verdad…
La verdad que no hay silencio, solo oídos sordos que no buscan mas allá
de lo que han escuchado. Si pudieran oír sus palabras, sus sufrimientos,
sus sonidos mas allá sus ganas, se darían cuenta que El sí entiende…
Porque no mandó sirvientes, no mando delegado…dejó su corona para emprender su viaje.
se hizo hombre, se hizo débil; caminó en medio nuestro, hasta tomar nuestro color.
no quiso reinos, no quiso nuestra falsa bandera…
su misión fue exacta, todavía sigue…