Estamos cada día expuestos a ser desilusionados por personas que nos rodean y que confiamos; quizás tu padre no vino a visitarte el día que te había prometido, o tu mejor amigo te traicionó sin pensar en su larga amistad que habían construido, o la persona en quien confiabas mas te ha fallado. Así podríamos seguir nombrando situaciones que han herido nuestro corazón.
Pero también debemos pensar en las veces que le hemos fallado a quienes nos rodean, porque no estamos exentos de pecado. También estamos propensos a desilusionar a nuestros padres, hermanos, amigos, profesores, etc. No somos mas que el resto, aunque nos esforcemos, tendremos ese aguijón en nuestro ser que se llama “Pecado” que nos hace daño a nosotros mismos y a los demás.
Es por eso que Dios ha venido a vivir entre medio de nosotros, para que por fin en la historia de la humanidad podamos creer en alguien que jamas nos va a desilusionar. Alguien que, “No” dio falsas expectativas, ni falsas promesas. Alguien que no hizo pecado, ni tuvo error en su vida al paso por este mundo.
Ahora podemos volver a confiar en un hombre, que a la vez también es Dios. Es por eso que nuestras expectativas pueden volver a restaurarse y tomar un lugar mas alto del cual pensábamos que era el promedio.
Jesucristo vino para darnos vida y vida en abundancia. vino a sanar nuestras heridas que provoco este mundo caído y a enseñarnos a curar las heridas de otros a quienes hemos herido.
“El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.
En la presencia del Gran Medico, mi contribución más adecuada son mis propias heridas”
(Philip Yancey, Libro La Oración, Pag. 40)
Fabian Pavez